martes, 13 de enero de 2015

MADRES PERDIDAS.

Qué difíciles somos a veces.
Estaba yo recién llegada a un cumpleaños al que había sido invitado uno de mis niños cuando una de la madres, que se queja contínuamente de lo difícil que está su hijo adolescente, de lo difícil que es educar, del miedo que le da las malas compañías que pueda tener su hijo...empieza a decir que "no aguantaba a la gente que le daba consejos sobre la educación de los niños, porque nadie sabía qué circunstancias rodeaban a cada familia"
En cierta forma, esta mujer tenía razón. Cada familia es un mundo y nadie sabe qué se vive en cada una de ellas, por lo que, dar consejos de andar por casa puede ser hasta contraproducente para algunas personas, ya que en educación y en psicología, dos más dos no son cuatro y lo que sirve para una persona no tiene por qué servir para otra. Como yo digo siempre, es un traje a medida y nadie se puede poner el traje de otro.
Pero mi reflexión interna  fue la siguiente. Si uso los cumpleaños de mi hijo menor para desahogarme sobre los problemas que estoy teniendo con mi hijo mayor y esto se repite con demasiada frecuencia, es que necesito compartirlo porque no me lo puedo guardar dentro de mí, por lo tanto, es que estoy viviendo una situación que en cierta forma me está desbordando.
Las personas que no se dedican a la psicología, cuando alguien le comenta algo, tienden por sistema a poner soluciones y muchas veces lo que necesitan estas personas es simplemente ser escuchadas. Supongo que es esto justamente lo que le ocurre a esta madre, pero si yo tuviera una boca prestada o tuviera más confianza con ella, le diría que fuera a un profesional para que la orientara a sobrellevar la adolescencia que tanto le está pesando, y es una pena, porque bien llevada es una etapa evolutiva maravillosa en la que podemos establecer relaciones de complicidad con nuestros hijos, mientra que mal llevadas, nos convertimos en policías y en un ogro con el que nadie quiere compartir ni un minuto de su vida.
Sirva esta pequeña anecdota para reflexionar sobre cómo nos estamos comportando y qué necesitamos, porque si yo me encuentro perdida, doy por seguro  que más perdida va a estar la relación con mis hijos y así nadie se puede sentir bien. 

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