miércoles, 21 de octubre de 2015

FRENA!

Cada vez con más frecuencia me encuentro con personas que, aún teniendo una buena vida, no se sienten felices.
Suelen ser personas profesionales, con hijos, con amigos...que viven estresados, metidos en una forma de vida vertiginosa en la que no les da tiempo a mirar a la cara a su familia. Las obligaciones tanto laborales como personales y familiares, les aplastan como una losa de hormigón y no les dejan ni respirar.
Están viviendo una vida, pero no se están enterando y cuando vuelvan la vista atrás, no verán una vida aprovechada.
¿Qué es lo que falla? Simplemente, que nos hemos olvidado de vivir, pero ¿qué significa esto?, pues que pretendemos grandes montones de minutos para hacer cosas que nos gusta y, claro, no es posible. Hemos olvidado las cosas pequeñas, que son las que realmente merecen la pena.
Hemos olvidado dar un beso de cariño, se tarda un segundo, pero no de forma mecánica, que de esos hay muchos, un beso con los labios en la mejilla de nuestros hijos con la plena conciencia de lo que estamos haciendo.
Hemos olvidado mirar a los ojos a nuestra pareja mientras le hablamos, porque transmitimos información a la vez que chequeamos nuestro móvil o vemos la televisión.
Hemos olvidado disfrutar de sentarnos a hacer los deberes con nuestros hijos porque debemos tender la ropa, recogerla o ir haciendo cenas, sin darnos cuenta que esos minutos que compartimos con ellos lo van a recordar más que el juguete de turno que les vayamos a comprar, sin darnos cuenta que en unos años echaremos de menos esos ratitos compartidos delante de un cuaderno.
Hemos olvidados sentarnos todos juntos a la mesa compartiendo nuestras vivencias diarias...
Las cosas pequeñas no ocupan grandes espacios de tiempo y por contra, nos llena el alma, que al final, es de lo que se trata.
Nos equivocamos en la perspectiva que tomamos, debemos "hacer de nuestra vida posible, lo mejor posible" y en estos momentos, aceptando todo el estrés diario y las obligaciones impuestas, lo mejor posible siempre se esconde en frenar y saborear esas pequeñas acciones que no ocupan tiempo ninguno.

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