
Cuando me hablan de la palabra límites, la representación mental que a mí me viene a la cabeza es la de un pequeño charco de agua que se alimenta de gotas y así se va haciendo más y más grande.
Si no tenemos un continente adecuado, ese agua se desbordará y se desperdiciará. Nosotros, los padres y las madres somos esos "contenedores" de nuestros hijos. Somos "contenedores" de emociones, "contenedores" de conductas.
A través de los límites que le ponemos a nuestros hijos los reconducimos una y otra vez mientras que van madurando y se van preparando para vivir de forma autónoma. Sin los "NOes" que de vez en cuando les ofrecemos, los niños se desbordan y amplian su conducta de exigencia cada vez más.
El problema de muchos adolescentes de hoy en día no es otro que no saben aceptar un NO a una demanda adolescente porque en ningún momento han obtenido un NO a una demanda infantil.
Hay padres y madres que son conscientes de esta situación y cuando sus pequeños quieren algo que no les parece oportuno en vez de ofrecerles el NO, le dan un sustituto, por ejemplo, un niño quiere un vuelta más en tren y en vez de decirle "ya has tenido una vuelta, ahora les toca a otros niños", les dicen "venga, vamos, que te voy a comprar una chuche", esto es que lo distraen, el niño en ningún momento se enfrenta a esa pequeña frustración y por tanto, no elaboran estrategias mentales para poder superarla.
¿Qué le ocurrirá a ese niño cuando sea un adolescente que pretenda salir cada día con una cantidad inadecuada de dinero? ¿Qué les ocurrirán a esos padres? Con el No también se educa, no puede ser un No excesivo, simplemente un No adecuado. Los niños piden por pedir y somos los adultos los que debemos pensar si eso que pide es lo que el niño necesita o lo que le conviene.
Para tener hijos adolescentes con criterio, tenemos que criarlos con criterio.
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